29nov 08

Discurso de Jean-Luc Mélenchon

Traducido por Céline Meneses

Había que hacer una demostración. Había que probar que Marc Dolez y yo, así como los miles de militantes socialistas que nos han acompañado, no éramos los propietarios de una idea nueva sino sus desencadenadores. Había que dar prueba de que lo que emprendemos correspondía a una necesidad convocada y exigida por la patria republicana de los franceses, es decir de los miles y miles de trabajadores que la componen.

Y ¡aquí están ustedes! La demostración está hecha ante todos los que se hacían los listos, los sabe-lo-todo que me explicaron de mil y una manera que sólo éramos dos y que estábamos condenados a seguir siendo dos para siempre.La Francia de las rebeliones y las revoluciones tiene de nuevo una voluntad, una bandera y un partido. (Aplausos) Pero, como no queremos herir a nadie, ¡diremos que sólo éramos dos! (Risas) Ciertos comentadores son como el poeta, reestrenaron el verso de Jacques Brel diciendo “son más de dos mil pero sólo se ven aquellos dos”.

Que sean tan numerosos hoy tiene una significación política, y yo me preguntaba hace un rato, en la tribuna, si esta significación no era aun más grande que el evento puntual que representa el lanzamiento de nuestro partido. En efecto, que sean tantos aquí presentes significa que existe en la izquierda una inmensa disponibilidad para afrontar el capitalismo y para salir de los caminos trillados y re-trillados de la impotencia encarnada por el social-liberalismo. (Aplausos) No sabemos si sea posible conseguirlo con el Partido de Izquierda. Pero de lo que sí estamos seguros es de que es imprescindible emprenderlo, empezarlo ahora mismo porque ¡es urgente!

  Un pequeño presumido escribe, en el periódico de referencia, desde lo alto de sus grandes titulares, que Francia no es Alemania, que Dolez y Mélenchon no son Lafontaine y que los partidos comunistas se pueden comparar. Para hacer tales descubrimientos, ¡uno se puede  preguntar cuanto se les paga! (Risas). Más seriamente, a los que, como ése, vengan a hacer este tipo de revelaciones, sólo tenemos una cosa que decir: lo que hacemos es una propuesta y lo que ustedes ven esta noche es la demostración de que tenemos razón de hacerla.

  Amigos, compañeros, es cierto que hace mucho que pensamos en hacerlo. Hace mucho que hablamos con Oscar Lafontaine. Hace ya varios años que algunos de nosotros van y vienen entre las orillas del Océano y se reúnen con compañeros de Venezuela, de Cuba, de Bolivia, de Argentina, de Uruguay y de Paraguay, todos los que decidieron desafiar el capitalismo y el imperio belicista. (Aplausos)

  Creímos, como muchos de ustedes, que todo esto terminaría arreglándose, que la solución la más práctica y simple se impondría, en otras palabras, que el gran partido que la izquierda había construido tras tantos esfuerzos en este país, el partido socialista, cumpliría con el papel que se le había asignado. Intentamos hasta el final pero ahora ¡se acabó! ¡Ya basta! (Aplausos) Pasamos la página, y la pasamos juntos, los antiguos socialistas ¡pero no sólo! En efecto, Apenas habíamos comenzado que ya se nos unían. Hace un rato, ustedes escucharon a Claude Debons, Eric Coquerel y tantos más. Les veo tan numerosos en esta sala que, hace poco aún, eran unos “ex”, ¡y entiendo entonces cuanto el partido de los “ex” es el partido más grande de Francia! ¡Tenemos espacio! (Sonrisas)

  Les proponemos a todos una fórmula militante a través de la fundación de un partido crisol, herramienta de nuestro proyecto político anticapitalista, el Partido de Izquierda. Les proponemos un horizonte político, más allá del capitalismo, la República Social y el programa transitivo que lleva hasta ella.  Les proponemos por último una estrategia a vocación mayoritaria en el parlamento y el gobierno, la estrategia del Frente de izquierda.

  Emprendemos un combate político, no sólo por testimoniar de los valores de cuyos somos los portaestandartes, los herederos y las luces para el futuro; sino que también lo llevamos para reunir una nueva mayoría política de izquierda para gobernar el país. Insisto, se trata de gobernar el país, de cambiar la vida. Este país nos pertenece tanto como a los potentes que se lo acaparan. (Aplausos) 

  Sabemos, obviamente, que no podremos conseguir todas las metas que implica nuestro proyecto de República Social en un solo mandato legislativo. No obstante, en un mandato parlamentario podemos poner en marcha los cuatro grandes desafíos que supone la refundación de nuestra sociedad.

  Primero, queremos invertir el orden establecido de la repartición de las riquezas entre el capital y el trabajo bajo todas sus formas: salario, seguro social, servicio público… Ya sabemos como financiarlo: recuperando los diez puntos de riqueza nacional que pasó de los bolsillos de los trabajadores a los de los detentores del capital. Francia produce el doble de lo que producía en valor en 1981. ¡Es rica porque nunca los trabajadores trabajaron tan bien! ¡Pueden, en efecto, prevalecerse de la primera productividad horaria del mundo! Por otro lado, ¡jamás el nivel de educación y de formación del pueblo francés llegó a ser tan alto! Esto, lo debemos a nuestra escuela, nuestros profesores que son muy a menudo víctimas de ataques a pesar de que son la raíz misma de nuestra educación, nuestra dignidad y del esplendor de Francia. ¡Hay que compartir las riquezas! (Aplausos)

  Segundo, queremos instalar la planificación ecológica de inmediato, porque el tiempo está contado. Sí, escucharon bien, uso la expresión “planificación ecológica”, porque no me asusta la planificación cuando ésta es democrática y organizada por el interés general. Hoy la planificación ecológica es necesaria para iniciar la transición  entre el modelo actual de producción, de consumo, de vida y de intercambio y el modelo de desarrollo ecológico que hay que concebir urgentemente. 

  Tercero, hay que concretizar la refundación republicana y laica de las instituciones y de la sociedad francesa. Para conseguirlo, hay que pasar a la sexta República parlamentaria y hay que garantizar el derecho de ciudadanía de los trabajadores en la empresa.

  Cuarto y por último, tenemos que pasar la página del modelo podrido de la construcción liberal de Europa de la que el Tratado de Lisboa es la despreciable ley del juego. (Aplausos) Dejen respirar la potencia de los pueblos, la fuerza de la democracia, y ¡verán si no son capaces de inventar su interés general, de quererse y de vivir juntos! Verán si no son capaces de dejar de oponerse los unos a los otros en esta abyecta guerra por el trabajo, provocada por el dumping social, fiscal y ecológico que han organizado los potentes y que osan llamar “Unión europea”. (Aplausos)

  Amigos, compañeros, ahora quiero hablarles de nuestro nuevo partido. Lleva un nombre genérico pues se llama “Partido de izquierda”. Sin embargo, la izquierda es un conjunto diverso que contiene historias variadas, todas relacionadas con los grandes momentos de lucha de constituyeron la identidad republicana de Francia. Esta diversidad sigue viva y es representada por partidos ineludibles y con los cuales hay que contar. No pretendemos representar solos la totalidad de la izquierda. ¡Por supuesto que no! Pero sí tenemos una ambición original que nadie más reivindica en este instante. Ambicionamos apropiarnos y hacer nuestro todo lo que la izquierda, en su diversidad e incluso en sus contradicciones internas, pudo producir, y hacerlo sin tener cuenta alguna de las etiquetas bajo las cuales todo esto fue producido. En otros términos, integramos a nuestro patrimonio fundador toda esta historia, la de un siglo y medio de luchas de izquierda, con todas sus sombras pero también con todo el esplendor de sus luces.

  Queremos ser un partido crisol donde se mezclan, de manera fecunda, todas las historias: historias del pasado remoto pero también historias del período contemporáneo, historia de Francia pero también historia de Europa e historia el Mundo. Queremos estar siempre al tanto de los que luchan, aprendiendo con humildad siempre al lado de los vencen.

     Había que hacer una demostración. Había que probar que Marc Dolez y yo, así como los miles de militantes socialistas que nos han acompañado, no éramos los propietarios de una idea nueva sino sus desencadenadores. Había que dar prueba de que lo que emprendemos correspondía a una necesidad convocada y exigida por la patria republicana de los franceses, es decir de los miles y miles de trabajadores que la componen.

  Y ¡aquí están ustedes! La demostración está hecha ante todos los que se hacían los listos, los sabe-lo-todo que me explicaron de mil y una manera que sólo éramos dos y que estábamos condenados a seguir siendo dos para siempre.La Francia de las rebeliones y las revoluciones tiene de nuevo una voluntad, una bandera y un partido. (Aplausos) Pero, como no queremos herir a nadie, ¡diremos que sólo éramos dos! (Risas) Ciertos comentadores son como el poeta, reestrenaron el verso de Jacques Brel diciendo “son más de dos mil pero sólo se ven aquellos dos”.

   Que sean tan numerosos hoy tiene una significación política, y yo me preguntaba hace un rato, en la tribuna, si esta significación no era aun más grande que el evento puntual que representa el lanzamiento de nuestro partido. En efecto, que sean tantos aquí presentes significa que existe en la izquierda una inmensa disponibilidad para afrontar el capitalismo y para salir de los caminos trillados y re-trillados de la impotencia encarnada por el social-liberalismo. (Aplausos) No sabemos si sea posible conseguirlo con el Partido de Izquierda. Pero de lo que sí estamos seguros es de que es imprescindible emprenderlo, empezarlo ahora mismo porque ¡es urgente!

  Un pequeño presumido escribe, en el periódico de referencia, desde lo alto de sus grandes titulares, que Francia no es Alemania, que Dolez y Mélenchon no son Lafontaine y que los partidos comunistas se pueden comparar. Para hacer tales descubrimientos, ¡uno se puede  preguntar cuanto se les paga! (Risas). Más seriamente, a los que, como ése, vengan a hacer este tipo de revelaciones, sólo tenemos una cosa que decir: lo que hacemos es una propuesta y lo que ustedes ven esta noche es la demostración de que tenemos razón de hacerla.

  Amigos, compañeros, es cierto que hace mucho que pensamos en hacerlo. Hace mucho que hablamos con Oscar Lafontaine. Hace ya varios años que algunos de nosotros van y vienen entre las orillas del Océano y se reúnen con compañeros de Venezuela, de Cuba, de Bolivia, de Argentina, de Uruguay y de Paraguay, todos los que decidieron desafiar el capitalismo y el imperio belicista. (Aplausos)
  Creímos, como muchos de ustedes, que todo esto terminaría arreglándose, que la solución la más práctica y simple se impondría, en otras palabras, que el gran partido que la izquierda había construido tras tantos esfuerzos en este país, el partido socialista, cumpliría con el papel que se le había asignado. Intentamos hasta el final pero ahora ¡se acabó! ¡Ya basta! (Aplausos) Pasamos la página, y la pasamos juntos, los antiguos socialistas ¡pero no sólo! En efecto, Apenas habíamos comenzado que ya se nos unían. Hace un rato, ustedes escucharon a Claude Debons, Eric Coquerel y tantos más. Les veo tan numerosos en esta sala que, hace poco aún, eran unos “ex”, ¡y entiendo entonces cuanto el partido de los “ex” es el partido más grande de Francia! ¡Tenemos espacio! (Sonrisas)

  Les proponemos a todos una fórmula militante a través de la fundación de un partido crisol, herramienta de nuestro proyecto político anticapitalista, el Partido de Izquierda. Les proponemos un horizonte político, más allá del capitalismo, la República Social y el programa transitivo que lleva hasta ella.  Les proponemos por último una estrategia a vocación mayoritaria en el parlamento y el gobierno, la estrategia del Frente de izquierda.

  Emprendemos un combate político, no sólo por testimoniar de los valores de cuyos somos los portaestandartes, los herederos y las luces para el futuro; sino que también lo llevamos para reunir una nueva mayoría política de izquierda para gobernar el país. Insisto, se trata de gobernar el país, de cambiar la vida. Este país nos pertenece tanto como a los potentes que se lo acaparan. (Aplausos) 

  Sabemos, obviamente, que no podremos conseguir todas las metas que implica nuestro proyecto de República Social en un solo mandato legislativo. No obstante, en un mandato parlamentario podemos poner en marcha los cuatro grandes desafíos que supone la refundación de nuestra sociedad.

  Primero, queremos invertir el orden establecido de la repartición de las riquezas entre el capital y el trabajo bajo todas sus formas: salario, seguro social, servicio público… Ya sabemos como financiarlo: recuperando los diez puntos de riqueza nacional que pasó de los bolsillos de los trabajadores a los de los detentores del capital. Francia produce el doble de lo que producía en valor en 1981. ¡Es rica porque nunca los trabajadores trabajaron tan bien! ¡Pueden, en efecto, prevalecerse de la primera productividad horaria del mundo! Por otro lado, ¡jamás el nivel de educación y de formación del pueblo francés llegó a ser tan alto! Esto, lo debemos a nuestra escuela, nuestros profesores que son muy a menudo víctimas de ataques a pesar de que son la raíz misma de nuestra educación, nuestra dignidad y del esplendor de Francia. ¡Hay que compartir las riquezas! (Aplausos)

  Segundo, queremos instalar la planificación ecológica de inmediato, porque el tiempo está contado. Sí, escucharon bien, uso la expresión “planificación ecológica”, porque no me asusta la planificación cuando ésta es democrática y organizada por el interés general. Hoy la planificación ecológica es necesaria para iniciar la transición  entre el modelo actual de producción, de consumo, de vida y de intercambio y el modelo de desarrollo ecológico que hay que concebir urgentemente. 

  Tercero, hay que concretizar la refundación republicana y laica de las instituciones y de la sociedad francesa. Para conseguirlo, hay que pasar a la sexta República parlamentaria y hay que garantizar el derecho de ciudadanía de los trabajadores en la empresa.

  Cuarto y por último, tenemos que pasar la página del modelo podrido de la construcción liberal de Europa de la que el Tratado de Lisboa es la despreciable ley del juego. (Aplausos) Dejen respirar la potencia de los pueblos, la fuerza de la democracia, y ¡verán si no son capaces de inventar su interés general, de quererse y de vivir juntos! Verán si no son capaces de dejar de oponerse los unos a los otros en esta abyecta guerra por el trabajo, provocada por el dumping social, fiscal y ecológico que han organizado los potentes y que osan llamar “Unión europea”. (Aplausos)

  Amigos, compañeros, ahora quiero hablarles de nuestro nuevo partido. Lleva un nombre genérico pues se llama “Partido de izquierda”. Sin embargo, la izquierda es un conjunto diverso que contiene historias variadas, todas relacionadas con los grandes momentos de lucha de constituyeron la identidad republicana de Francia. Esta diversidad sigue viva y es representada por partidos ineludibles y con los cuales hay que contar. No pretendemos representar solos la totalidad de la izquierda. ¡Por supuesto que no! Pero sí tenemos una ambición original que nadie más reivindica en este instante. Ambicionamos apropiarnos y hacer nuestro todo lo que la izquierda, en su diversidad e incluso en sus contradicciones internas, pudo producir, y hacerlo sin tener cuenta alguna de las etiquetas bajo las cuales todo esto fue producido. En otros términos, integramos a nuestro patrimonio fundador toda esta historia, la de un siglo y medio de luchas de izquierda, con todas sus sombras pero también con todo el esplendor de sus luces.

  Queremos ser un partido crisol donde se mezclan, de manera fecunda, todas las historias: historias del pasado remoto pero también historias del período contemporáneo, historia de Francia pero también historia de Europa e historia el Mundo. Queremos estar siempre al tanto de los que luchan, aprendiendo con humildad siempre al lado de los vencen.

De nuestro lado, ni se nos ocurre darles lecciones a los Venezolanos, a los Bolivianos o a los Uruguayos diciéndoles cual sería la forma perfecta de la revolución democrática. Nosotros les admiramos y les respetamos. Aprendemos de ellos. ¡No nos consideramos como preceptores del Mundo entero! De alguna manera, que lo entiendan bien, ¡cada uno de nosotros, miembros del Partido de izquierda, es Oscar Lafontaine, un Hugo Chávez, un Evo Morales Ayma, un socialista, un comunista, un ecologista, un trotskista y hasta un libertario a su manera! ¡Somos todo esto y somos ardorosamente republicanos! En una palabra, somos de izquierda, en general y en particular.

  Lo tomamos todo y lo asumimos todo.

  Tenemos una larga historia y es un inmenso placer evocarla: La Boétie, los filósofos de las luces, los “Maillotins” de París que corrían más rápido que sus burgueses, los “sans-culottes”, Robespierre, que fundó nuestra libertad, Olympe de Gouge, nuestro remordimiento, Gracchus Babeuf, los del 1848, los partidarios de la Comuna, la luz inmensa de la revolución rusa de Octubre de 1917, trayendo la respuesta de la libertad a la matanza de la Gran Guerra que concluyó la primera gran crisis del capitalismo, el martirio de los resistentes para vencer a los nazis, la lucha por la descolonización… ¡Todo! Lo tomamos todo.

  Ponemos el Partido de izquierda bajo los auspicios protectores de dos rostros que, de ahora en adelante, nos acompañarán en nuestras batallas: Jean Jaurès y la indomable Louise Michel. (Aplausos)

Tenemos los ojos abiertos, somos lúcidos y capaces más bien de balances analíticos que de anatemas, más bien de asimilar de lo que hay de bueno que de poner al pie del muro o de puntear con el índice vengador al vecino que se haya equivocado. Asumimos la responsabilidad de las derrotas porque nos sirven para aprender y porque el saber engrandece.

  Hacemos también nuestras todas las victorias, particularmente las victorias electorales de la izquierda, así como el balance de los gobiernos de izquierda que queremos crítico, sin complacencia incluso cuando nos concierne personalmente, ¡pero también obligado por los progresos que arrancaron!

  Ahora que nos imponen la jubilación a los setenta años, no se olviden de que deben la jubilación a los sesenta a las luchas libertadoras por el programa común y a la victoria lograda frente a la izquierda. Ahora que nos imponen la franquicia medical, ¡no se olviden tampoco de que deben el seguro medical universal a otra victoria electoral! (Aplausos)
  Todo lo que el pueblo obrero pudo ganar para su educación, su salud, el cuidado de los niños y el servicio público, lo ganó por luchas tanto sociales como electorales. ¡Vale la pena luchar, rebelarse, votar y gobernar! (Aplausos)

  Compañeros, ya no somos herederos, no podemos serlo. Somos huérfanos y ¡mejor! Ya empieza la era de los pioneros y los partidarios, puesto que es así cómo llamaremos a los miembros del Partido de izquierda de ahora en adelante. Entonces, ¿de qué somos partidarios? ¡De la República social! Sí ven, ¡es fácil ser de izquierda cuando se quiere! (Risas y aplausos)

  Ha llegado para mí el momento de hacer un llamado particular.

  En este crisol que ambiciona ser el Partido de izquierda, el ideal republicano tiene el papel de hilo conductor esencial para nuestra época. Pero un ideal como éste permanece vacío mientras no se lo refunda en su base humana. Lo que funde el interés general, raíz de la exigencia republicana, es la unidad natural de la especie humana, su indivisibilidad. Y ésta no se puede pensar fuera de su ecosistema.

  Nosotros, la izquierda tradicional, debemos reconocer que no siempre hicimos realmente de este elemento un a trama de nuestros programas. ¡No sirve de nada contarse cuentos! Claro que, en la declaración de identidad del Partido de izquierda, proponemos la planificación ecológica para que guíe la transición del modo de producción actual hacia el futuro modo de producción. Claro que hay ecologistas entre nuestros fundadores y ustedes escucharon a algunos hace un rato. Pero ¡no es suficiente! Necesitamos mucha ayuda para poder operar en profundidad, y, en primer lugar en nosotros mismos, la revolución ideológica que la ecología política nos propone y que hay que realizar. (Aplausos)  
  Hago un llamado a los ecologistas de izquierda, a los defensores de la ecología social. A ti Martine Billard, ya que parece que estás en la sala, ¡eres bienvenida! A ti, Jean Desessard, a ti, Francine Bavay, con quien estuvimos en las tarimas del No de izquierda al tratado constitucional (europeo ndt), quiero decirles: hagan como nosotros hicimos con el Partido Socialista, no dejen que este político de centro-derecha que es Cohn-Bendit les embarque en sus aventuras sin principios. ¡Rompan filas! No pierdan la ocasión que se les presenta. Les esperamos con los brazos abiretos para que nos ayuden a formular correctamente las consignas del futuro. ¡Les necesitamos! ¡Ayúdennos! ¡Únanse a nosotros ! ¡No nos dejen ! (Ovaciones)

  En nombre del comité de los fundadores del Partido de izquierda, les puedo decir que apenas constituido el comité del programa, una primera lista de sus miembros fue establecida. Lo conforman Jacques Généreux, Christophe Rameau y Jacques Rigaudiat que ha aceptado coordinarlo, así como otros compañeros que organizarán el lazo para debatir con la sociedad.

Por otra parte, hemos decidido que el tema del primer foro que sostengamos, durante el mes de enero, para preparar el programa general del partido será la planificación ecológica. Por eso les pedimos a los ecologistas, sea cual sea su afiliación política y hasta si no son miembros de nuestro partido, que vengan a ayudarnos. (Aplausos)

  Amigos, compañeros, no crean que es fácil  para un hombre político con mi pasado, mi experiencia y mi cultura, como para tantos aquí, hablar como lo acabo de hacer. Pero ya es hora de que hagamos todos un repaso general de nuestras certidumbres, de que tengamos la humildad de empezar de nuevo de cero nuestro pensamiento para reorganizarlo, reestructurarlo, reformularlo, hacer que sea comprensible y traducirlo en medidas concretas.

  La crisis del capitalismo nos obliga a reinventar la izquierda de manera activa. Después de la caída del comunismo de estado y la derrota de la social-democracia, frente a los límites a los que tan rápido se confrontó la ecología política, hay que hacerse, resolviendo concretamente los problemas, los inventores de un nuevo camino. No nos queda más. ¡Esta es la novedad!

  El capitalismo ya tuvo crisis y todos sabemos como terminan. ¡Estamos en este momento de la historia! La crisis del capitalismo, como las diecisiete veces precedentes, empieza por una crisis del capital financiero; después se trasmite a la economía real; entonces se vuelve una crisis social y, después, una crisis política;  Luego será una crisis de las relaciones no sólo dentro de cada nación sino también entre ellas. Hace unos minutos, Oskar Lafontaine recordaba que no era por nada por que Jean Jaurès había dicho que el capitalismo llevaba en sí “la guerra como los nubarrones llevan la tormenta”.  Hay que mirar esta crisis a la cara. Hay que aceptar de comprender toda su gravedad para ser capaz de tomar su responsabilidad de adulto ilustrado y para tomar decisiones, no en función de que es bueno para sí, para su carrera política, para sus pequeños intereses del momento, para su cantón o su pueblo –por más respetables que sean- sino en función del futuro, de lo que es bueno para todos, para el país y para la humanidad.   

  Hay que poner un alto a lo que prepara la crisis del capitalismo. Por eso tenemos que dotarse de una nueva herramienta, una herramienta propia, una herramienta de combate que vamos a llevar a mano limpia aunque no tuviéramos más que nuestra abnegación. Siempre nos permitirá dominar nuestra humilde condició… ¡Basta con poner manos a la obra y todo se arregla! ¡Basta con quererlo y todo se hace posible! ¡Basta con ponerle la suficiente energía!

  A esta crisis, se añade la catástrofe ecológica que avanza. Estamos aún en el momento político en el que podemos invertir la tendencia. Nada es fatal, nada está jugado por anticipado y nada está determinado. La historia la hacemos los seres humanos mismos y somos capaces de adueñarnos de ella, a condición que nos adueñemos primero de nostros mismos, de la sociedad y de la política. Y es lo que hacemos al crear el Partido de izquierda. (Aplausos)

  Obviamente, frente a esta crisis, conocemos al menos una vía que no sirve de nada, la de los partidos de derecha. Tienen su resultado ante los ojos: su sistema no funciona.

  ¿Acaso se burlaron suficientemente de nosotros, de nuestros arcaísmos, de nuestras ideas estereotipadas como dicen? ¿Acaso se burlaron bastante del Estado-providencia, de los privilegios, como dicen hablando de los logros sociales de los trabajadores, cuando, para sí, evocan recompensas hablando de los provechos que roban? ¿Acaso ironizaron de sobra afirmando que no habíamos entendido nada porque queríamos poner Estado y razón en el funcionamiento de la sociedad? ¿Pretendieron seriamente que la ley natural del mercado, esta querida “mano invisible” iba a poder, por sí sola, a condición de que unos se pudieran atiborrar mientras otros sufrirían, arreglarlo todo? ¡El desastre está aquí ahora, ante nuestros ojos! La izquierda sabe pues que el capitalismo es tóxico para la humanidad. (Aplausos)

  La segunda vía que hay que evitar coger porque no sirve para nada ella tampoco, es la del social-liberalismo. Lo digo sin prestar malas intenciones a nadie y no le reprochamos a nadie más que su testarudez en seguir sosteniendo esta orientación totalmente arcaica e incapaz de enfrentarse a los desafíos del futuro para la humanidad.

  En América latina, todo lo que hizo se hizo contra los socio-demócratas o sin ellos. En Europa, la situación es la siguiente: el social liberalismo oscila entre la autodisolución, como en el caso del partido demócrata italiano, y el gobierno común en una gran coalición junto con la derecha, como en los casos alemán, austriaco, eslovaco u holandés; pero a veces ocurre incluso que reemplace pura y sencillamente la derecha como en el caso inglés. Con tal línea política, es imposible dar el menor paso adelante y arreglar los problemas que se presentan en esta Edad de la humanidad.

  No saldaremos cuentas de persona a persona, respetamos a la gente que no concuerda con nosotros. No tenemos ninguna intención de declarar la guerra a Martine, Ségolène, Laurent u otros. Sólo tratamos de problemas políticos, respetamos a los demás y por eso pedimos tanto más que se nos respete, cuanto que representamos al pueblo francés que vota por el no. (Aplausos)

  Todo lo que se hizo en este mundo fue posible gracias al método de la acción popular. Efectivamente, la acción popular les permitió a todos los gobiernos progresistas de América latina darle la cara al imperio y vencerle además de desarrollar su sociedad. La implicación popular es la clave de la transición democrática que anhelamos. Entonces, el Partido de izquierda no proclama una nueva doctrina global, se contenta con enfrentar los problemas. Busca soluciones en relación con los movimientos de sociedad, y los hace a la luz de su experiencia. Su método intelectual es el debate razonado y argumentado sin a priori. Su proyecto socialista lleva un nombre, la República social en Francia y en la Unión europea. El apoyo que busca reside en una sociedad movilizada y en ciudadanos motivados.

  El Partido de izquierda afirma rotundamente que otro futuro es posible en vez de resignarse al capitalismo hasta que nos lleva directo a la muerte. Se trata de un futuro en que la mercantilización retrocede en vez de invadirlo todo, en que el dinero no es dueño de todo, en que los creadores y los sabios entre los humanos caminan delante y los financieros atrás, en que a los que hacen funcionar la máquina del cotidiano, trabajadores calificados, se les respeta, se les honora y se les permite vivir dignamente de su trabajo, en que la felicidad no es un lema de supermercado abierto el domingo, donde la vivir agradablemente no es tener derecho al desperdicio o al saqueo ecológico. Se trata de un mundo en que el trabajo no es frontera entre le vida y la muerte social, en resumen, un futuro sencillamente humano. (Aplausos)

  Amigos míos, les he presentado el programa del partido en sus grandes líneas, les he definido lo que es el partido. Ahora me toca decirles cómo realizaremos todo esto. En efecto, el mejor de los programas, el más genial de los partidos y los mejores oradores, todo esto no es nada si no sabemos cómo permitir que se agrupen las fuerzas que harán que nuestro proyecto sea posible.

  Lo que no hay que hacer es afirmar que se está aferrados a la izquierda –es a pesar de todo lo menos que se pueda hacer para un partido de izquierda- y añadir enseguida ser reformistas y europeos como lo hizo Martine Aubry. ¡Esto significa sencillamente que no se tocará a los fundamentales del capitalismo! ¡Vaya pertinencia! ¿no? En otras palabras: no se hará nada. Esto constituye el nudo corredizo con el que la izquierda se está ahorcando solita y que hay que soltar por medio de la democracia.

  Debemos saca por lo menos una lección de esta constatación: hay que poner en cuarentena al social liberalismo porque es contagioso. (Risas) Es imposible reunir una mayoría a favor de cambios sociales en una línea social liberal, y tampoco se puede gobernar bajo el dominio de esta línea porque lleva a la derrota política y al retorno más agresivo de nuestros adversarios.

  Sin embargo, ¿es ésta una situación sin salida? ¿Habrá que resignarse a no ser más que un testimonio o un bagaje acompañado de una fuerza tanto más grande que sí que estaríamos condenados a ser los representantes oficiales de los gruñones y los reprimidos? No lo creemos.

  Ahí viene nuestra propuesta. Para reunir una nueva mayoría en este país, hay que cambiar de mayoría a la izquierda y proponerlo de manera responsable y creíble. ¡El sufragio universal debe designar a los que lideran la izquierda! Hay que arreglar este punto  con el método de la democracia, o sea explicando y convenciendo. Hay que aceptar la competición, hay que quererla, llevarla delante del pueblo y ganarla en condiciones que no pongan en riesgo las posibilidades de la izquierda en el futuro. ¡Es decir que hay que llevar esta batalla sin anatemas ni puesta entre la espada y la pared!

  El calendario nos ofrece esta oportunidad. En junio, tendrán lugar las elecciones europeas que son elecciones internas a la República francesa. En efecto, el 80% de las leyes que se aplican en Francia son trasposiciones de directivas europeas, y el 100% de las leyes que se votan en Francia deben ser conformes con los tratados europeos. Son las últimas elecciones generales con contenido sumamente político antes de las de 2012, en las que los contadores tendrán que ser puestos sonde se debe.

  Tenemos que hacer de estas elecciones europeas un referendo político sobre el Tratado de Lisboa, ¡puesto que muchos diputados de derecha pero también socialistas, radicales y ecologistas nos privaron de votarlo! De esta manera, arreglaremos dos puntos políticos de un tiro.

  Primer punto, una pregunta de fondo a la que los franceses contestarán que confirman su oposición a la Europa liberal y que exigen una Europa social, democrática y pacífica que subordinada a la OTAN. (Aplausos)

  Segundo punto, la orientación que acabo de enunciar y que se presentará entonces no sólo como la orientación mayoritaria de la izquierda sino también como una alternativa. Es por eso que tomamos ya la iniciativa de proponer que, para las elecciones europeas, se constituyera un Frente de izquierda que reuniera todos los partidos de izquierda y sólo los partidos de izquierda, que se opusieron al tratado constitucional y que representan a la mayoría de los franceses.

  El Partido de Izquierda existe. Tiene un programa. Tiene una estrategia, la estrategia del Frente de izquierda.

  Compañeros, amigos, la constitución de este frente ya empezó. EL Partido de izquierda y el Partido comunista, juntos, cada cual con su identidad y sus argumentos específicos, ya dieron el primer paso. El Frente de izquierda pues, ya comenzó a existir. No es un sueño ni una mera promesa, ¡es una realidad! Pero este frente está incompleto. No queremos que sea una reunión a solas con el Partido comunista. Queremos que todos los que quieran puedan participar a este frente. En efecto, si estamos todos reunidos, entonces podremos conseguir el objetivo que nos hemos fijado para las elecciones europeas. Si somos serios, si realmente estamos aferrados a la voluntad de gobernar este país de manera distinta, si queremos constituir una nueva mayoría parlamentaria, entonces todo empieza con estas elecciones. 

  Pasar delante de todas las listas, delante de todas las de derecha, pero también delante de la del partido socialista y la de los ecologistas de Cohn-Bendit, debe ser nuestro objetivo. Sé muy bien que es difícil y que aún no está inscrito en las cifras, pero también sé que es lo que hay que hacer. Es por eso que hay que darse los medios para poder hacerlo.

   Me dirijo entonces a todos los que tienen la responsabilidad política de hacer que esta alternativa se haga posible, o sea a los compañeros alternativos, a los compañeros del NPA y a los compañeros ecologistas de izquierda. Dimos el primer paso, y ahora les toca a ustedes. Les esperamos, les necesitamos, les abrimos los brazos. EL Partido de izquierda no reclama nada para sí mismo sino el honor de ser el guión que permita el nacimiento de esta nueva mayoría.

  Si lo conseguimos, habremos volteado la mesa y revolucionado el paisaje político en Francia. Después de habernos visto combatir de manera extraordinaria el CPE y la modificación de los regímenes de jubilación, después de habernos visto votar por el no, toda Europa verá que la Francia de las rebeliones y las revoluciones sigue en pie, que somos capaces de llevar a la arena política nuestra voluntad mayoritaria, de darle una cara y nombres y de alzar nuestras banderas en primera fila del cortejo. (Aplausos)

  Por todas estas razones y en nombre del comité fundador del Partido de Izquierda, debo dirigirme al NPA  que saludamos por la postura fuerte que es la suya y se ganó solo.

  Seamos claros. No le proponemos al NPA ni tampoco al Partido Comunista ni a cualquier otra formación política que fusione con nosotros. No le pedimos a nadie que renuncie a ser sí mismo. ¡Que los comunistas sean comunistas, nada más natural! ¡Que los trotskistas quieran ser trotskistas, asunto suyo! No tenemos nada que decir al respecto. ¡Nosotros nos encargamos de hacer nuestra propia síntesis! Entonces no se trata de esto.

  En cambio le proponemos y anhelamos que el NPA, Olivier Besancenot y sus compañeros tomen todo su sitio dentro del Frente de izquierda para las próximas elecciones europeas, sitio eminente que les reconocemos de ante mano. Le vamos a presentar esta propuesta directamente al NPA. Hablaremos cara a cara, no a través de comunicados de prensa arreglados por los unos o por los otros y por periodistas interpuestos, sino como gente seria que sabe que tiene entre sus manos el porvenir del país y el de la izquierda. Para nosotros, la política no es un juego.

  Compañeros del NPA, ¿qué garantías quieren ustedes? ¡Escuché decir que nos pedían ustedes que fuéramos independientes del partido socialista! Pero ¿cómo puede el Partido de izquierda ser más independiente del partido socialista que dejándolo?

  En lo que concierne las elecciones europeas tan cercanas por ejemplo les aseguramos que no estaremos en el mismo grupo parlamentario que los diputados socialistas. No co-gestionaremos el Parlamento europeo con la democracia cristiana u el partido socialista europeo. No haremos campaña con ellos. Nos opondremos al manifiesto del partido europeo que va a ser adoptado los 1ro et 2 de diciembre próximo. Hablando de esto, queridos compañeros, les pido que lo lean y lo hagan conocer porque vale la pena echarle un ojo: les permitirá votar de forma completamente conciente. No haremos campaña con ellos sino contra ellos, de forma simpática, con argumentos, con fin de que nuestras listas pasen delante de las suyas y que se elijan nuestros diputados. Queridos compañeros del NPA, ustedes tienen que saber esto.
  En lo que concierne la constitución de un eventual gobierno, convendrá pensarlo cuando llegue el momento, de momento es la derecha la que gobierna y no pensamos ni un minuto gobernar con ella.

  Amigos, compañeros, a diferencia de lo que algunos pudieron afirmar, no es cierto que Olivier Besancenot nos haya cerrado la puerta a la cara. Quedamos juntos. En la entrevista que da al periódico L’Express, hasta le propone la acción común al Partido de izquierda. ¡En nombre del comité fundador del Partido de Izquierda, le contesto enseguida que estamos de acuerdo para un frente común! Vamos a poder hablar tranquilamente de los desacuerdos que son susceptibles de obstaculizar el establecimiento de una lista común, no para exagerarlos, ni para exacerbarlos sino para racionalizarlos y hacer de ellos un medio para avanzar, para ir más lejos, sin que nadie renuncie a ser sí mismo.

  Mis queridos compañeros, vamos a separarnos y cada cual volverá pronto a su casa. Entonces hablará de todo lo que habrá visto y oído y sentirá aún rodar en su mente los ecos de esta reunión. Es rico ser de izquierda y es rico estar juntos. Lo necesitábamos.

  De nuestro lado, vamos a arreglar la sala, contar la plata y las adhesiones. (Risas) Espero que las haya tantas como aplausos. (Aplausos) Sin embargo, no estarían ustedes en una reunión del Partido de izquierda si el último orador que hubieran escuchado sólo les hubiera hablado de estrategia, de programa y de construcción del partido. Ya es hora que les hable de tareas militantes. En efecto, si no lo hacemos nosotros, nadie lo hará por nosotros.

  Primero, hay que ir a votar en las elecciones prud’homales, así como hay que votar también en la educación, para fortalecer nuestros sindicatos de combate. En efecto, constituyen la primera línea frente al patronado y al gobierno, ¡y aún más hoy, mientras el partido político de izquierda que existía no sirve ya para nada! ¡Ayuden a sus sindicalistas, respétenles y anímenles!

  Por lo tanto, no vamos a hacer recaer nuestra propia responsabilidad  sobre los sindicatos. Tenemos una campaña que hacer, un trabajo político que cumplir. Dicho de otro modo, tenemos que llevar, en la esfera política, la protesta social del país que se aguanta, que sufre a menudo en silencio. Efectivamente, es difícil luchar y ponerse en huelga cuando uno se juega el trabajo y el sueldo y que, finalmente, el Presidente de la República se burla  ¡pretendiendo que cuando hay huelga ya nadie se da cuenta de que las hay! Es difícil ser de izquierda, es difícil luchar, es por eso que vamos a llevar a la política los mensajes de la protesta social. Este es el sentido de la campaña que lanzamos y cuyas consignas son “Ya basta”. Trabajar el domingo, hasta si las encuestas están a favor, ya basta; jubilarse a los setenta años, hasta negociándolo, ya basta; toda esta barbaridad social, ¡ya basta!

  ¡No se aguanten y escúchennos! Si el Partido de izquierda gobernara, no se les impondría toda esta miseria. Podemos hacer de otra manera, nada de todo esto es natural, no es ninguna fatalidad. Se trata de un régimen de derecha, el de la explotación. Ahora bien, podemos acabar con todo esto, podemos gobernar el país de otra manera. Francia es suficientemente rica para alimentar a todos sus hijos, para que cada uno viva dignamente de su trabajo. (Aplausos)

  Nuestro primer deber es un deber de protesta política. Debemos combatir, como dijo Claude Debons hace un rato, por el escudo social. Que no me vengan a decir que no es posible ponerlo en marcha. Cuando se instaura un período de estado de excepción económica para los bancos, ¡tal vez se pueda instaurar también un período de estado de excepción económica para los trabajadores! (Aplausos)

  Exigimos la instauración de una medida de salvaguarda, el derecho a un moratorio suspensivo para las deslocalizaciones y los despidos bursátiles. Si estuviéramos gobernando ahora, nadie podría deslocalizar ni una máquina, ni un patente, ni una empresa de nuestro país mientras éste no haya salido adelante. No, ¡mientras sufrimos, no seguirán con su pillaje! (Aplausos)

  De la misma manera, queremos que este escudo social perdure en el tiempo. Permítanme retomar la idea de Jacques Rigaudiat a favor del estatuto del trabajador. Este estatuto tendría como objetivo permitir que no se abrogue la condición ciudadana de cada trabajador. Consistiría también en que el trabajador calificado lleve consigo, de una empresa a otra y de un empleo a otro, los derechos que corresponden a su persona, a su carrera, al valor que adquirió por el trabajo que proporcionó a lo largo de su vida.

  ¡El escudo social hoy, por la emergencia, el escudo social mañana y a largo plazo con el estatuto del trabajador! (Aplausos)

  En fin, si gobernáramos, decretaríamos un moratorio de todas las medidas de liberalización previstas por la Unión europea, y primero las que conciernen la apertura a la competencia de la energía y de los transportes.

  Para terminar, y hasta si esto les molesta a los potentes, no hemos aceptado la lógica del RSA. En efecto, queremos que cada uno pueda vivir de su trabajo, porque cada uno lo merece y nadie necesita esperar de los demás la ayuda que el trabajo y la experiencia le pueden dar. Queremos el aumento de los sueldos porque es la única manera, justa y digna, de reconocer el valor del trabajo.

  Si ustedes deciden unirse al Partido de izquierda, entonces todo empieza, para ustedes como para cada uno de nosotros, por mucho trabajo y por una doble campaña: la campaña para constituir el Partido de izquierda, herramienta del Frente de izquierda, y la campaña para el escudo social.

 A la masa anónima de militantes que permitieron que esta sala se llenara, los que la decoraron, organizaron, prepararon y que, cuando todo el mundo se haya ido, continuarán, a los profesionales, a los benévolos, a todos los que vinieron de tan lejos y tomaron de su tiempo y sus ahorros, les mando a todos un saludo caluroso y cordial.

  El lanzamiento del Partido de izquierda se hizo bajo los auspicios del internacionalismo con mensajes de América latina y con la presencia de Oskar Lafontaine. Se concluye con un mensaje de fraternidad humana, de solidaridad y de combate.

  A todas y a todos, les mandamos un saludo lleno de esperanza. Ojala no encontremos pronto en los comités de circunscripción del Partido de izquierda. A ustedes que dudan, ojala les hayamos probado nuestra seriedad, nuestra apertura, nuestra voluntad de actuar, nuestra disciplina la coherencia de nuestro programa y de nuestra estrategia. Sabemos muy bien que partimos de poco. Pero sabemos también que vamos a alcanzar la cumbre porque no está fuera de alcance. Este país es nuestro y podemos cambiarlo si somos la mayoría.  Ahora bien, ¡vamos a trabajar a constituirla!

  Amigos míos, termino, como siempre se hace en Francia, con una pequeña citación. Se trata de mi citación fetiche del filósofo Gaston Bachelard: “el porvenir no es lo que va a ocurrir sino lo que vamos a hacer”.

¡Vayan con fuerza! ¡Viva la República! ¡Viva el socialismo!



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